Mitilene (Grecia) - Segunda "ciudad" de la isla griega de Lesbos, con cerca de 5.500 residentes, el campo de migrantes de Moria vive su segundo invierno bajo el frío y la inmundicia, para gran desasosiego de los exiliados, en su mayoría sirios e iraquíes, que continúan llegando.

Montones de basura, inodoros obstruidos, callejones fangosos que serpentean entre las pequeñas tiendas de campaña: las imágenes robadas del campo -donde las visitas de la prensa están controladas- han circulado en las redes sociales para denunciar "la acogida" que reciben las personas que huyen de la guerra y la miseria.

Sulvani Gadari, una etíope de 23 años, llegó el pasado octubre, embarazada después de haber sido violada durante la ruta migratoria. "No quiero acordarme", confiesa. "Solo quiero ir a un país seguro, donde no haga frío", dice tiritando delante del refugio prefabricado que comparte con otras mujeres solas, y donde se ocupa del turno de guardia. "Para que no roben nuestras pertenencias", explica.

Su sección, al lado de la de 300 menores no acompañados, en principio está protegida. Pero no el acceso a los aseos, adonde las mujeres temen ir.

Inseguridad y tensiones

La situación en Moria, cuya capacidad oficial es de 2.300 plazas, es considerada "preocupante" por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Como hace un año, cuando el frío pareció haber tomado por sorpresa a las autoridades. Tres residentes de Moria fallecieron en enero de 2017.

"Aún hay familias, bebés, discapacitados instalados en tiendas de campaña sin calefacción", denuncia su representante, Boris Cheshirkov, a quien le preocupan las "tensiones" entre los habitantes provocadas por la "sobrepoblación, la suciedad y la inseguridad".

El pasado 18 de diciembre, diez personas tuvieron que ser hospitalizadas después de enfrentamientos por el uso de los aseos. La policía usó gases lacrimógenos y granadas ensordecedoras para restablecer la calma.

Los aseos y las duchas están previstos solo para 800 personas, con 50 empleados de limpieza, en un momento en que Moria "se convirtió en la segunda ciudad de la isla", después de la capital, Mitilene, señala el director del campo, Yannis Balpakakis.

Al igual que durante el momento álgido del éxodo hacia Europa de 2015, el campo se desborda de nuevo. Instalado por las oenegés, un terreno adyacente acoge a la vez a residentes africanos, 100 por tienda, y a familias, principalmente iraquíes, preocupadas por escapar del hacinamiento.

Denuncia del alcalde

Ante las críticas de las organizaciones prorrefugiados, Balpakakis se opone a reanudar desde el pasado verano las llegadas provenientes de las costas turcas, pese al pacto entre la UE y Ankara alcanzado en marzo de 2016 para cerrar esta ruta migratoria.

"Solo en octubre, tuvimos 2.400 llegadas, frente a las 600 de hace un año", indica. La mayoría de los recién llegados depositan una solicitud de asilo, para evitar o retrasar los reenvíos a Turquía a los que en principio se compromete el pacto.

El Gobierno de Grecia asegura verse obligado a aglomerar a estas poblaciones en las islas por las disposiciones del pacto UE-Turquía y las presiones europeas.

Agotado, el alcalde de Lesbos, Spyros Galinos, acaba de denunciar "a todo responsable" de la situación en Moria, la cual considera ilegal.

Por Anthi Pazianou

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