París- Recortar las emisiones de gases de efecto invernadero, salir de las energías fósiles, fortalecer el financiamiento de ayuda y poner en marcha el fondo de daños y pérdidas son cuatro puntos calientes e interconectados de la COP28 en Dubái, que se celebra del 30 de noviembre al 12 de diciembre.

¿El principio del fin de las energías fósiles?

En 2015 en París, los países se comprometieron a limitar el alza de la temperatura idealmente a +1,5 ºC respecto a la era preindustrial y se dotaron luego de estrategias nacionales de reducción de gases de efecto invernadero. Pero, en el escenario actual, el planeta se dirige más bien a un aumento de temperatura de 2,7 ºC en el año 2100.

La neutralidad carbono de aquí a 2050 o 2060, prometida por más de 70 países, ya no es suficiente, por lo que el siguiente paso es negociar la salida de las energías fósiles, que suponen el 80% del consumo energético mundial y son la principal fuente de emisiones. Dicha salida no figura sin embargo en el Acuerdo de París de 2015.

Hasta ahora lo máximo que se acordó fue una reducción masiva del uso del carbón, en la COP26 de Glasgow. El futuro del petróleo y el gas nunca se puso en agenda oficialmente. La discusión no podrá eludirse en la COP28, en la que se hará el primer balance oficial del Acuerdo de París.

Los estados participantes no acordarán una fecha de abandono completo de los hidrocarburos. Pero muchos países, entre ellos los de la UE, abogan por la cuasi eliminación del uso de combustibles sin estrategia de captura o almacenamiento de carbono. La cuestión es la fecha y el ritmo y qué protagonismo se le dará a las balbucientes estrategias de captura del C02, que para algunos son un subterfugio que distrae del objetivo de abandonar los combustibles fósiles.

En las conversaciones de Dubái se trazará la ruta para reducir las emisiones en un 43% en 2030, en comparación con 2019, y se abordará el posible fin de nuevos proyectos o el recorte de las subvenciones e inversiones en este sector, que representó 1,3 billones de dólares anuales en el período 2019-2021.

Estimular las energías renovables

En paralelo a la idea de salir del petróleo y el gas, las negociaciones abordarán, necesariamente, el desarrollo de las energías bajas en carbono, con proyecciones como triplicar la capacidad de las renovables de aquí a 2030, acelerar la eficacia energética o promover el hidrógeno verde.

El problema es que hasta ahora, estas inversiones en la llamada "economía de la transición" se han centrado en los países desarrollados y, en la última década, sólo el 2% han aterrizado en suelo africano, por ejemplo.

El resto del planeta, por tanto, no aceptará compromisos vinculantes sobre la salida de los hidrocarburos si no hay garantías de financiación de fuentes limpias, o si no se promueve el recurso al gas como energía de transición entre el carbón, más contaminante, y las renovables.

Desbloquear una financiación masiva

Desde el año 1992, la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que encuadra las negociaciones, se basa en el principio de la justicia climática. En virtud de este, los países ricos, que figuran entre los principales responsables históricos del calentamiento, le deben ayuda financiera y tecnológica al resto del mundo.

Sin embargo, las negociaciones están llenas de recelo, después de que los países ricos incumplieran su promesa de entregar 100.000 millones de dólares anuales a los países en desarrollo, un monto que debían haber alcanzado en 2020.

Esa cantidad, que debe revisarse al alza en 2025, es sólo una fracción de lo que realmente se necesita, según un grupo de expertos de la ONU. Estos señalan que, de aquí a 2030, se necesitarán más de dos billones de dólares al año para financiar la adaptación al cambio climático y el desarrollo de los países vulnerables.

Poner en marcha el fondo de daños y pérdidas

Fue el principal resultado de la COP27 de Egipto el año pasado: la creación de un fondo destinado a compensar las pérdidas y los daños sufridos por los países en desarrollo, especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático.

Actualmente la negociación está paralizada sobre los detalles de dicho fondo, cuya dotación está por definir. No está claro quién va a aportar caudales al mismo, ni si participarán en la financiación China y las monarquías petroleras del Golfo, como desearían los países occidentales.

Tampoco se ha decidido si se beneficiarán todos los países en desarrollo o sólo los considerados más vulnerables, ni tampoco la arquitectura institucional.

Cuestiones todas ellas complejas y necesitadas de un consenso, y decisivas para los países en desarrollo, que difícilmente se irán de Dubái sin compromisos sobre la instalación concreta de ese fondo.

Por Benjamin Legendre