Londres - Suenan canciones de los Beatles mientras los nuevos ciudadanos británicos se disponen a prestar juramento de lealtad al país y a la reina. Desde la aprobación del Brexit, un numero creciente de residentes europeos adopta la nacionalidad británica para tener un futuro seguro en el Reino Unido.

Se habla de cosas tan británicas como hacer cola disciplinadamente o del críquet, cuando el grupo se congrega ante la Union Jack y un retrato de Isabel II en una sala del ayuntamiento de Islington, un distrito del norte de Londres.

"Hasta el referéndum, nunca se me había ocurrido adoptar la nacionalidad británica", explica Almudena Lara, una española de 43 años que trabaja en una organización no gubernamental.

Haciendo uso de la libertad de movimiento bajo las leyes europeas, esta madre de dos hijos vive en el Reino Unido desde hace 19 años sin problemas ni trámites, pero finalmente decidió formalizar su estatus tras la victoria del Brexit en el referéndum sobre la Unión Europea de 2016.

"Como europea me sentía como en casa aquí. Pero ahora, con toda la incertidumbre... Dado que tenía derecho a solicitar la ciudadanía, es mejor hacerlo", dice.

El Reino Unido y la UE llegaron a un acuerdo el pasado diciembre para preservar los derechos tras el Brexit de los 3 millones de europeos residentes en el Reino Unido y del millón de británicos que viven en los 27 países del bloque.

Pero muchos de ellos no se fían de las promesas de los políticos y las solicitudes de los europeos para conseguir la nacionalidad británica se multiplicaron por más de dos en 2017 en comparación con el año anterior, pasando de 15.460 a 38.528.

"Creo que al final de todos modos lo hubiera hecho, veo mi futuro aquí", explica Julie Kvaerndrup, una profesora danesa de música de 33 años, mientras recibía su pasaporte tras seis años en el Reino Unido. "Pero el referéndum aceleró la decisión. Me hizo pensar, ¿qué ocurrirá en cinco, seis años?", añade.

"Hoy me siento seguro"

Los nuevos ciudadanos tienen que asistir a una ceremonia en su ayuntamiento en la que juran lealtad a la reina y expresan su voluntad de respetar el Estado de derecho y los valores democráticos británicos. Es un acto importante, para muchos un momento feliz, y los participantes suelen acabar posando para unas fotografías con sus certificados de ciudadanía.

En Islington, el funcionario del registro Dion Goncalves contribuye al buen ánimo poniendo canciones de los Beatles. Goncalves se asegura que todo el mundo recita completo el juramento y bromea sobre su poder para retrasar el trámite si olvidan algo.

Y, como ejemplo de los nuevos derechos de los asistentes, hace referencia a los llamamientos a un segundo plebiscito sobre la UE recordándoles que ahora pueden votar "en cualquier nuevo referéndum".

Sudafricano de padres portugueses, Goncalves ha supervisado estas ceremonias desde 2005 y él mismo logró su nacionalidad en 2013. Ahora que es británico, dice, ya puede llevar sandalias con calcetines y le gusta "hacer cola", antes de ponerse serio y explicar: "significa que ya pertenezco a este lugar".

El mayor número de solicitantes son del subcontinente indio y del África subsahariana y las ceremonias reflejan la creciente multiculturalidad de la sociedad británica. Pero un número creciente de candidatos son europeos que hasta ahora no habían sentido ninguna necesidad de solicitar la ciudadanía.

Pese a las turbulencias políticas del Brexit, el Reino Unido sigue percibiéndose como un refugio, incluso por los europeos. "Soy gay y crecí en un país donde no me sentía seguro", explica George, un artista chipriota de 36 años que pidió que no se difundiera su apellido. Esgrimiendo su certificado, sentenció: "hoy me siento seguro. No se trata de ser británico, se trata de tener un lugar que me acepte".

"Las reglas del críquet"

Los candidatos tienen que haber vivido en el Reino Unido al menos 5 años y el proceso puede ser largo y caro, costando unas 1.300 libras (unos 1.500 euros, 1.800 dólares).

El proceso incluye un examen sobre "Vivir en el Reino Unido" que abarca de historia a política, pasando por deportes, cultura y gastronomía de cualquier región -Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y Gales-.

Andrei Misarca, un rumano de 26 años, ingeniero informático, que recibió su ciudadanía en el ayuntamiento de Ealing, un distrito del oeste de Londres, comenta  que no espera grandes cambios en su vida. "Ya me siento británico", dice, admitiendo que viajar será ahora un poco más fácil.

Lleva más de 7 años viviendo en el Reino Unido y, como a muchos, le entró prisa por dar el paso después del referéndum de junio de 2016. "Las cosas podrían cambiar. Es mejor tener esta garantía que esperar simplemente a que todo vaya bien", explica. "Y ya me siento parte de nuestra sociedad. Aunque todavía no entiendo las reglas del críquet", remata.

Por Alice Ritchie

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