Lisboa - Los dirigentes de Portugal, España y Francia se comprometieron a finales de julio en Lisboa a mejorar la interconexión energética de los dos países ibéricos con el resto de Europa, para abaratar costes y favorecer el desarrollo de las renovables.

Como medida concreta en esta cumbre entre los jefes de gobierno de España y Portugal, Pedro Sánchez y António Costa, y el presidente francés, Emmanuel Macron, se firmó la financiación de una conexión eléctrica submarina entre España y Francia a través del Golfo de Vizcaya.

También hablaron de interconexiones gasísticas, una opción a la que se oponen los ecologistas, y que será estudiada cuidadosamente por un grupo de expertos.

La Comisión Europea subvencionará la interconexión del Golfo de Vizcaya al 30%, aportando 578 millones de euros, una cantidad sin precedentes para un proyecto energético.

A ella podría sumarse el Banco Europeo de Inversiones (BEI), que en la última década aportó 3.600 millones de euros a proyectos de este tipo en los tres países.

"Esta cumbre es una muestra del compromiso firme de los tres gobiernos" y de las instituciones europeas con "la unión energética", se felicitó Pedro Sánchez.

La línea, de 370 km de largo, deberá entrar en servicio hacia el año 2025, y duplicará la capacidad de intercambio de electricidad entre Francia y España, para elevarla a 5.000 MW.

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El presidente de Francia, Emmanuel Macron information, el primer ministro de Portugal, António Costa (c), y el presidente de España, Pedro Sánchez, en Lisboa el 27 de julio de 2018. Fotógrafo: Patricia de Melo Moreira / AFP

Es el proyecto más importante lanzado desde que España y Portugal luchan para que la península ibérica deje de ser "un islote en Europa" desde el punto de vista energético, lo que conlleva sobrecostes de producción perjudiciales para sus economías.

Con la potencia de sus renovables, Portugal dispone de un excedente de producción de electricidad, que podría exportar más allá de España si las interconexiones se desarrollan como prevé la Comisión Europea.

"La sostenibilidad de nuestra estrategia de inversión en renovables pasa por (...) exportar a otros países", dijo en ese sentido António Costa, que también quiere que Portugal venda electricidad a Marruecos.

El desafío es de talla, ya que la península está lejos aún del objetivo del 10% de interconexión que debía alcanzar con el resto de Europa en 2020.

"Tenemos en estos momentos unas enormes dificultades de interconexión", afirmó el comisario europeo de Energía, el español Miguel Arias Cañete, destacando que la conexión de la península con el resto de Europa a través de Francia está ahora mismo por debajo del 6%.

El gas, una apuesta problemática

De manera complementaria a la electricidad, Madrid y Lisboa desean también conectarse mejor al mercado europeo del gas, construyendo un nuevo gasoducto con Francia a través de Cataluña.

El proyecto, bautizado Midcat, se enfrenta sin embargo a la extrema prudencia de París y la hostilidad de los ecologistas.

El desarrollo de las interconexiones gasísticas será examinado por un grupo de expertos de los tres países y de la Comisión, aunque desde ya, Macron incidió en que la eventual construcción del Midcat debe tener "sentido económico".

Tanto él como Costa insistieron además en que esta energía debe encararse como una transición entre las centrales de carbón, que han de seguir cerrándose por ser altamente contaminantes, y las renovables, llamadas a dominar el futuro mapa energético europeo.

Actualmente, España y Portugal importan gas desde Argelia, a través de un gasoducto que entró en servicio en 2011.

Ambos países disponen además de un total de siete terminales de regasificación de gas natural licuado (GNL), el cual importan por mar desde Catar y cada vez más desde Estados Unidos.

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El comisario europeo de Energía, el español Miguel Arias Cañete (izda.), el presidente de Francia, Emmanuel Macron (segundo por la izda.), el primer ministro de Portugal, António Costa (c), el presidente de España, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones, Emma Navarro, posan en Lisboa el 27 de julio de 2018. Fotógrafo: Patricia de Melo Moreira / AFP

Su objetivo es poder revender masivamente ese gas al resto del continente, argumentando que ayudaría a reducir la dependencia del gas ruso, un objetivo prioritario a nivel estratégico.

Para este fin necesitan el gasoducto Midcat, que sin embargo no salió muy bien parado de un estudio encargado por la Comisión Europea y publicado en abril.

Según dicho estudio, el coste del ducto se estima en más de 440 millones de euros y no sería ni rentable ni indispensable, ya que los demás países europeos disponen ya de numerosos terminales de regasificación, de momento poco utilizados.

Por Levi Fernandes con Álvaro Villalobos

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