Bruselas - En su proceso en Bruselas, Salah Abdeslam, pequeño delincuente de barrio descrito como aficionado a la fiesta y poco religioso, presentó la imagen de un islamista convencido, cuya fe se fortaleció al parecer en la cárcel.

La participación en esta audiencia del único miembro superviviente de los comandos yihadistas del 13 de noviembre de 2015 fue breve. Rechazó comparecer más allá del primer día.

Pero fue suficiente para evaluar su estado espiritual, dos años después de su detención en Bruselas, el 18 de marzo de 2016, tras cuatro meses de permanecer prófugo.

Desde el inicio del proceso por un enfrentamiento a tiros con policías en la comuna bruselense de Forest el 15 de marzo de 2016, Salah Abdeslam cuestionó con vehemencia la legitimidad de sus jueces y afirmó que tiene toda su "confianza en Alá y eso es todo".

Tres cartas de allegados, incluidas en la investigación sobre el 13 de noviembre, muestran que en la época de los atentados en París (130 muertos), ya estaba marcado por "un adoctrinamiento" palpable, según los investigadores.

En una de esas cartas descubiertas en un escondite de Forest, dice a su madre que "obedeció órdenes" del "emir de los musulmanes" Abu Bakr al-Bagdadi, jefe del grupo yihadista Estado Islámico (EI), al que "juró lealtad".

Su cinturón de explosivos estaba defectuoso, sobrevivió, pero su hermano Brahim murió como kamikaze "héroe del islam" esa noche en un café parisino, asegura el francés, que hoy tiene 28 años de edad.

"Certidumbres"

"Todo el mundo nos trata de terroristas, pero sabes que nosotros solo hemos aterrorizado al pueblo infiel, pues Francia es un país que combate el islam desde hace tiempo", escribió en otra carta a su hermana menor.

La imagen de fiestero, "gran bebedor y fumador", tal como fue descrito por alguien que lo conocía, y de co-propietario de un bar, parece ya superada.

Pequeño delincuente a los 21 años de edad, bien conocido de la policía local, este hijo de migrantes marroquíes comenzó a adherirse a las tesis del EI a sus 25 años, en 2014, cuando pensó ir a Siria.

Estaba entonces influido por su amigo de infancia del barrio popular bruselense de Molenbeek Abdelhamid Abaaoud, quien combatió en Siria. Este, presunto organizador de los ataques del 13 de noviembre murió en un allanamiento  policial cerca de París cinco días más tarde.

Ahora encarcelado y aislado completamente, Salah Abdeslam vive en condiciones que "refuerzan" sus convicciones, según varias fuentes. "Desde que está aquí refuerza su fe. Es calmado, pero siempre está en una línea de confrontación", asegura bajo condición de anonimato una fuente en la cárcel de Fleury-Mérogis (región parisina), a donde fue trasladado a finales de abril de 2016.

"No pienso que se haya radicalizado, ya lo era antes, pero desde cierto punto de vista sus certidumbres se han cristalizado", dice Guillaume Denoix de Saint-Marc, de la Asociación francesa de víctimas del terrorismo (Afvt)

"Supermusulmán"

Este experto que frecuenta los procesos por terrorismo, cuya asociación es parte civil en el tentacular proceso del 13 de noviembre, estaba presente el 5 de febrero en el tribunal de Bruselas para observar a Salah Abdeslam. Ve en él a un individuo que se volvió "inaccesible" para la sociedad, "cerrado en su visión caricaturesca del mundo".

Alain Grignard, comisario de policía y experto belga del yihadismo, quien ayudó a los investigadores a analizar las declaraciones de Abdeslam en sus cartas, considera que en el proceso "disipó las dudas (...) con relación a su compromiso". "Como los detenidos de Guantánamo, se volvió un 'supermusulmán'" apoyándose en "la fragmentación de la sociedad" y con la religión como línea de división, dijo Grignard al diario belga La Libre Belgique.

Contra toda expectativa, Salah Abdeslam quiso comparecer en este proceso, cuando había conservado el mutismo ante los investigadoress desde abril de 2016.

Se dejó crecer la barba y los cabellos, lo que le da "una apariencia  menos juvenil". Tal vez desea proyectar la imagen "de guía, mártir", subraya Michaël Dantinne, profesor de criminología en la universidad de Lieja (este).

Por Matthieu Demeestere

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