Roma - El año 2017 fue el de un giro "histórico" en materia de inmigración para Italia, que pasó de recibir a cada vez más personas en los primeros meses a una inmigración más controlada, a raíz de unos controvertidos acuerdos con Libia.

El jefe del Gobierno italiano, Paolo Gentiloni, habló en la última semana de diciembre de un "año clave" en el "proceso histórico de transición desde una inmigración descontrolada y gestionada por criminales a una inmigración controlada, legal y segura".

Entre enero y junio, Italia registró un aumento de cerca del 20% de las llegadas de migrantes a sus costas, que superaron entonces el número de 600.000 desde 2014, mientras se disparaban las demandas de asilo en su suelo debido al bloqueo de las fronteras francesa, suiza y austriaca al norte de la península.

Solamente en los tres últimos días de junio, el país recibió a 10.400 personas, mientras sus socios europeos, a los que pedía una y otra vez ayuda, se negaban a acoger un solo barco de migrantes rescatados frente a las costas de Libia.

A menos de un año de las elecciones legislativas (finalmente convocadas para el próximo 4 de marzo) y con la derecha y los populistas del Movimiento 5 Estrellas que convertían la inmigración en uno de sus temas favoritos, el ministro del Interior, Marco Minniti, se asustó.

"Afrontar y gestionar los flujos migratorios es crucial" para mantener el tejido social y la democracia, asegura ahora este excomunista que pasó por los servicios secretos.

Bloqueados en Libia

El desafío es importante, ya que, a pesar de los esfuerzos del Gobierno por privilegiar las pequeñas estructuras de acogida, más favorables para la integración, decenas de miles de demandantes de asilo se aburren profundamente en grandes centros, alimentando así un recelo mutuo con los habitantes de los alrededores.

Sin embargo, la situación cambió radicalmente en julio. Las llegadas de migrantes desde Libia cayeron repentinamente y esa nueva tendencia se ha mantenido, hasta el punto de que, en los últimos seis meses del año, se redujeron en un 70% respecto al mismo periodo de 2016, limitando el total del año a 119.000 personas.

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La travesía mortal de mar Mediterráneo según el tipo de ruta. Gráfico: Thomas Saint-Cricq, Paz Pizarro y Marimé Brunengo / AFP

La guardia costera libia, a la que Italia empezó a formar y equipar a finales de 2016, incrementó sus controles, ayudada desde agosto por barcos militares italianos.

En paralelo, Italia multiplicó en su excolonia los acuerdos con las autoridades locales, las tribus y las milicias para limitar las salidas.

Pero el hecho de que algunos migrantes se tiren al agua para evitar regresar al caos libio, los relatos de la violencia que sufren a manos de los traficantes y las imágenes de mercados de esclavos en Libia han mostrado el calvario que viven desde hace años.

Entre las numerosas voces que criticaron la nueva política migratoria, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad al Husein, calificó en noviembre de "inhumana" la cooperación entre la Unión Europea, con Italia al frente, y Libia.

Corredores humanitarios

Pero Italia ha seguido aprovechando sus contactos en Libia para avanzar en otro apartado de su política: la gestión de los migrantes en suelo libio, en colaboración con el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), con un programa de devolución de migrantes económicos y de traslado de los más frágiles.

Respecto a los migrantes económicos, las devoluciones pasaron de 1.200 en 2016 a más de 19.000 en 2017. Y en cuanto a la segunda categoría, el 22 de diciembre, Italia fue el primer país en acoger a un grupo de 162 refugiados etíopes, somalíes y yemeníes llegados en avión directamente desde Libia.

El país aprovechó para ello la experiencia de los corredores humanitarios establecidos desde 2016 por comunidades religiosas que acogieron así a cientos de sirios.

Según el ministro Minniti, hasta 10.000 refugiados podrían beneficiarse de esos corredores humanitarios en 2018, a condición de que puedan ser repartidos entre los demás socios europeos.

"Hay una vía seria que podemos tomar. No para fingir que el problema no existe, sino para gestionarlo de manera humana y segura tanto para nuestros conciudadanos" como para los migrantes, insistió Gentiloni a finales de diciembre.

La travesía del mar Mediterráneo sigue siendo mortal para muchos. Según la OIM, al menos 2.833 personas murieron o desaparecieron frente a las costas de Libia este año, frente a las 4.581 de 2016.

Por Fanny Carrier

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